Del sueño de una nueva nación al abismo del horror
El conflicto armado en Sudán de Sur se ha llevado la vida de 10.000 personas y ha obligado a huir a más de medio millón.
Cerca del 40% de la población del país africano sufrirá hambre aguda a finales de julio ante la falta de alimentos.
Un grupo de mujeres cargando agua en bidones en la comunidad de desplazados de la etnia Dinka a las afueras de Wau, en Sudán del Sur. (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón
En julio de 2011, la gente de Sudán del Sur celebraba con euforia la creación de su nuevo país. Atrás quedaban todos los años de tiranía y corrupción.
Palabras como independencia, libertad, justicia y paz resonaban por todos los lugares mientras la gente empezaba a soñar con un futuro prometedor lleno de esperanzas.
Las madres no morirían en el parto, los niños podrían aspirar a una buena educación, los trabajos abundarían. La recién creada nación cuidaría de sus ciudadanos, les protegería y caminarían juntos hacia el desarrollo.
Pero este sueño se torció. En diciembre de 2013, la guerra se inició y con ella se destruyeron todas las ilusiones creadas y cualquier resquicio de esperanza. El país se volvió a transformar en violencia, muerte y hambre. Todo por lo que se había luchado desapareció instantáneamente.
Aunque el cuarto aniversario de la independencia que se celebra estos días debería de ser tiempo de júbilo, la realidad que vive este país es más cruel que nunca.
El conflicto se ha llevado la vida de 10.000 personas, ha obligado a huir a otros países a más de medio millón de personas y a desplazarse dentro del territorio a más de millón y medio. Pero lamentablemente, las consecuencias no se quedan ahí.
Dieciocho meses de violencia han dejado un país enfermo, débil y vulnerable. Y una vez más los civiles son quienes más sufren las consecuencias. Se calcula que cerca del 40 por ciento sufrirá hambre aguda a finales de julio ante la falta de alimentos.
Es la mayor cifra registrada hasta ahora pero de seguir así, la situación continuará deteriorándose. El cólera se ha sumado a esta lista de horrores. El brote será difícil de controlar en un país donde el sistema sanitario es casi inexistente y donde hay zonas casi inaccesibles por la violencia.
En este contexto impera la supervivencia y las estrategias cortoplacistas. Quedan lejos las ambiciones independistas por las que lucharon y el orgullo de sentirse el país más joven del mundo.
Los agricultores tratan de mantener sus pocos cultivos, los artesanos no tienen quien les compre y los comerciales han ahuyentado a sus clientes ante la incesante escalada de precios. La vida de los sursudaneses se ha convertido en una huida hacia delante.
Yo sé que el socorrido- aunque necesario- mensaje solidario está ya muy manoseado y crea más urticaria en el lector que empatía pero déjenme decirles por qué estos lugares no pueden caer en el olvido.
Gente que no tiene nada de lo que vivir más que de la ayuda externa, gente que además de sufrir con las consecuencias psicológicas y físicas del conflicto deben ejercer de madres o padres, cuidar de sus hijos o de sus ancianos.
Niños que no conocen otra cosa que los estallidos de las bombas o los machetes. Niños que han nacido como refugiados y que no pueden volver a esa tierra por la que tanto lucharon sus generaciones previas. Si nosotros no nos acordamos de ellos, si no leemos sobre ellos, sobre lo que pasa, si no conocemos su situación, caerán aún más en el olvido.
También depende de todos nosotros recordarle al Gobierno español su responsabilidad ante esta crisis. Y además es doble. Por un lado, debe seguir contribuyendo con sus exiguos presupuestos humanitarios a los fondos internacionales de los que dependen millones de sursudaneses. Por otro, debe velar por la paz y seguridad mundial de esta recién creada nación dentro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Sabemos, en cualquier caso, que cualquier gobierno democrático se toma mucho más en serio lo que sus votantes piden. Una razón más para que no nos olvidemos de Sudán del Sur y le pidamos al Gobierno que tampoco lo haga.
Paz, seguridad y desarrollo serán las condiciones que permitirán que el próximo aniversario de la independencia sea realmente una fiesta y no una pompa fúnebre.
Paula San Pedro @ppolin78 - Investigadora y Responsable de Incidencia Política de Acción Humanitaria en Oxfam Intermón
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