En verano, los niños también comen
Más de 2,5 millones de niños que viven en hogares con dificultades para asumir los gastos corrientes como luz, agua o alimentación.
La pobreza infantil no da tregua en verano (Cristina Maruri/ Ayuda en Acción)
La comida que se dispensa en los comedores escolares es la única que muchos tienen garantizada en todo el día y hay que asegurar que lo siga estando una vez finalizadas las clases.
Un dato que todos deberíamos retener a fuego en nuestra cabeza: 1 de cada 3 niños en España vive bajo el umbral de la pobreza – el 35% según datos de la Encuesta de Condiciones de Vida que publica el Instituto Nacional de Estadística (ECV-INE 2014).
Estamos hablando de algo más de 2, 5 millones de niños que viven en hogares con dificultades para asumir los gastos corrientes que todos tenemos que afrontar; la casa, la luz, el transporte, la alimentación… o el ocio, que todos nos merecemos y que para los niños es también un derecho.
Sí, me dirán ustedes, ya llevamos muchas organizaciones y entidades remachando sobre este clavo desde hace tiempo; por eso precisamente seguimos, les contesto yo, porque lo llevamos diciendo desde hace tiempo y las cifras no mejoran.
Llega el verano, e igual que el año pasado por estas fechas, la Defensora del Pueblo ha vuelto a pedir a las comunidades autónomas que aseguren la alimentación de los menores en los periodos no lectivos, asegurándoles una alimentación adecuada y suficiente en todo momento.
Sí, estamos en el siglo XXI y en la Unión Europea, pero como la mayoría de ustedes ya sabe a estas alturas, la comida que se dispensa en los comedores escolares es para muchos niños la única comida asegurada y saludable al día.
No hablamos de hambre generalizada, no deberíamos entrar en ese estéril debate que el verano pasado ya asomó, con representantes políticos clamando que en España los niños no pasaban hambre, efectiva y afortunadamente la mayoría no pasa hambre, pero sí estamos en riesgo de graves problemas de malnutrición que, tristemente y en proceso de crecimiento de los menores, puede traducirse en un menor rendimiento escolar y en problemas de salud que si no se corrigen pueden reflejarse en su vida de adultos.
Ya nadie puede ignorar que en nuestro país hay una desigualdad creciente que se ceba especialmente en los más pequeños.
Muchas administraciones se han puesto en marcha para tratar de evitar que los menores queden desatendidos durante la época estival, muchas están haciendo esfuerzos para incrementar el número de becas comedor en el verano; comedores escolares, campamentos urbanos… son las soluciones que se están encontrando para paliar esta vergonzante situación.
Espacios como los campamentos urbanos suponen además el único modo que muchas familias tienen para conciliar la vida laboral, personal y familiar en esta estación.
Muchos de los padres y madres de los niños a los que nos referimos en este artículo estarán ocupados en buscar trabajo; que de por sí supone hoy en día, uno de los trabajos más difíciles y duros que se puede desempeñar.
El problema es que, en un escenario de recortes sucesivos de la inversión social y del consiguiente incremento del número de personas con necesidades –el porcentaje de menores en riesgo de exclusión según la ECV-INE 2014 ha subido un 3,4% en un año– no parece difícil suponer que las becas no van a alcanzar a todos los que debieran.
Para acceder al disfrute de las becas hay condiciones que las familias deben superar y que son diferentes dependiendo las comunidades autónomas.
Muchas de ellas piden la declaración de la renta del año anterior al del curso lectivo, con lo que algunas familias pueden encontrarse en una situación que no refleje su realidad actual y todas determinan una renta máxima que las familias no pueden superar para acceder al 100% de la ayuda.
La realidad en España es que los salarios medios han disminuido en los últimos años y muchos de estos máximos se calculan sobre un porcentaje de la renta media… en otras palabras, cada vez hay que ser más pobre para acceder al total de las ayudas y, cada vez, más personas se quedan en tierra de nadie.
Ni reciben ayudas de las administraciones por no llegar a ser pobres de solemnidad –perdónenme la ligereza –, ni disponen de la renta necesaria para asumir total o parcialmente el coste de los campamentos urbanos con beca comedor.
Hace unos días comentábamos en otro artículo que en España el umbral del riesgo de pobreza para familias de cuatro personas se sitúa a día de hoy en 16.719€ al año (11€ por persona al día) que se calcula en relación a los ingresos medios de toda la población y que equivale a un 60% del salario medio del país.
Bueno, pues la mayoría de las comunidades piden tener menos renta que esta para poder acceder a las ayudas… hagan ustedes sus propios cálculos, a mí no me salen las cuentas.
Hace poco, el FMI hacía público su informe sobre España y señala un futuro de más reformas: abaratamiento del despido, recortes salariales, incremento de impuestos sobre productos básicos o aumento de la factura sanitaria o educativa— uno no es economista, pero parece fácil adivinar que estas nuevas medidas, si se aplican, afectarán con mayor fuerza a las familias de menor renta, las que más han sido castigadas hasta ahora.
Muchas organizaciones, Ayuda en Acción entre ellas, estamos interviniendo con recursos propios gracias a una ciudadanía más sensible, más solidaria y más ágil que sus instituciones, ante esta situación de emergencia social con medidas puntuales y siempre paliativas.
Completamos allí donde muchas familias no alcanzan a cubrir la totalidad del precio de los comedores escolares, les apoyamos para que sus hijos puedan estar también en un entorno seguro y adecuado para ellos y puedan disfrutar de las piscinas, el deporte, los juegos y momentos de refuerzo escolar.
Tal y como hicimos el pasado verano, nuestra lucha contra la pobreza infantil no cesa en el período veraniego y tratamos de asegurar que todos los niños dispongan de las mismas oportunidades, también en el verano.
Alberto Casado
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