El pueblo de las 66 letrinas - Más que un váter

Con el Plan Limpiar India, el país quiere que los 500 millones de habitantes que defecan al aire libre dispongan de una letrina. En la aldea de Pendlimanu ya han comenzado a construirlas.

Una mujer y su hija frente a uno de las pinturas que en el pueblo de Pendlimanu se utilizan para educar a los vecinos sobre hábitos saludables. / Zigor Aldama
 
Hasta hace unos días Rangudunaik Sugali nunca había visto la necesidad de contar con un retrete. ¿Para qué gastar dinero en esa infraestructura si su familia puede responder a sus necesidades fisiológicas en el campo de forma gratuita? No es el único que se hace esa pregunta.
 


 
Al aire libre defecan unos 590 millones de indios. Es casi la mitad de la población del país y también supone el 50% de todas las personas que en el mundo no tienen acceso a una letrina.
 
Por eso, el nuevo primer ministro hindú, Narendra Modi, ha puesto en marcha el ambicioso programa Swachh Bharat Abhiyan (Misión Limpiar India) que contempla la construcción de 110 millones de váteres de aquí a 2019. “Si logramos el objetivo, será la mejor forma de honrar a Mahatma Gandhi en el 150 aniversario de su nacimiento”, apuntó Modi.
 

Al fin y al cabo, el padre de India siempre lo tuvo claro aunque nadie le hiciese caso: “La higiene es más importante que la independencia”, dijo. No obstante, el último censo llevado a cabo en el país —en 2011— demostró que sólo el 32,7% de las familias tiene acceso a un retrete.
 
Es un gran salto si se tiene en cuenta que en 1981 ese porcentaje era de sólo el 1%, pero continúa siendo muy inferior al del resto de países en vías de desarrollo. “No podemos dejar de trabajar hasta que erradiquemos esta lacra que provoca enfermedades y hace vulnerables a las mujeres”, explicó Modi durante la presentación del plan, que se puso en marcha el pasado 1 de abril y cuyo costo se estima en unos 29.000 millones de euros.
 
Sugali es uno de sus beneficiarios. El hecho de que la construcción de su letrina le vaya a resultar casi gratis le ha animado a dar el paso. Y no está solo.
 
El pueblo de Pendlimanu, situado en la provincia sureña de Andhra Pradesh, es uno de los primeros en los que ha arrancado el proyecto: 66 familias han solicitado la ayuda económica prometida por el Gobierno y se han puesto manos a la obra. Literalmente, claro, porque son ellos quienes tienen que construir los retretes.
 
“Se concede un subsidio de 15.000 rupias (215 euros) por cada letrina siempre que cumpla los requisitos mínimos que se han establecido. Eso quiere decir que su tamaño tiene que ser igual o superior a los cuatro por seis pies y que tiene que contar con dos pozos sépticos”, explica Sagar Murthy, director del departamento de Construcción de la Fundación Vicente Ferrer, la ONG a la que el Gobierno ha confiado la tarea de convencer a la población de la región de Anantapur de que participe en el plan.
 
Con Sugali ha tenido éxito. Durante cinco días, este agricultor y su mujer dedican sus esfuerzos a la construcción de su letrina. “Hemos contratado a un albañil porque no estábamos seguros de saber cómo seguir los planos.
 
Temíamos hacerlo mal, y con su ayuda todo va más rápido”, cuenta mientras su mujer le pasa los ladrillos con los que levantan las paredes del nuevo habitáculo. “Hemos tenido que pedir prestadas 10.000 rupias para la construcción, porque tenemos que adelantar el dinero nosotros, y el albañil nos ha cobrado otras 5.000. Así que esperamos que el retrete nos salga bastante barato”.
 
Después de haber sido aceptada su solicitud, Sugali tiene que documentar con fotografías todo el proceso de construcción para que las Autoridades puedan verificar que cumple con los requisitos. Si hay alguna duda, un funcionario los visitará. Luego recibirán el dinero en dos ingresos.
 
Este protocolo para recibir la ayuda ha sido modificado recientemente ante la evidencia de que no todos podían adelantar el dinero. Así, será la fundación la que costee las obras que le serán abonadas posteriormente.
 
“La verdad es que ahora nos damos cuenta de las ventajas que tiene el váter. Antes ni siquiera pensábamos en ello aunque nos daba vergüenza ir a hacer nuestras necesidades en un lugar público y solíamos aguantar todo lo posible para ir de noche.
 
Casi nadie tenía una letrina en el pueblo, así que ni nos lo planteábamos”, reconoce Sugali. Su mujer, sin embargo, sí que lo echaba de menos. “Los hombres lo tienen fácil, pero las mujeres lo sufrimos”, interviene con una mirada de reproche hacia su marido. Los dos hijos de ambos son varones, así que ella estaba en minoría.
 
"La higiene es más importante que la independencia”
Mahatma Gandhi
 
“Hay tres problemas principales relacionados con la defecación al aire libre. En el plano psicológico está la humillación que supone en caso de ser visto; y luego hay que tener en cuenta las enfermedades que se pueden transmitir por esta vía, y los abusos a los que se exponen las mujeres, que suelen tener que ir de noche”. Por eso, Balamma Banvath ahora está feliz.
 
Hace dos semanas terminaron de construir el váter que sus tres hijas le exigían cada vez más a menudo. “Nosotros somos analfabetos, pero ellas en el colegio tienen retretes y saben cuál es la diferencia. Por eso no nos lo pensamos cuando supimos del programa nacional para construirlos. Así que ahora no tenemos que pasar vergüenza durante el día ni exponernos a las serpientes por la noche. Porque a una mujer del pueblo le mordieron y casi se muere”, recuerda.
 
“Además es mucho más cómodo. Lo ven vecinos que antes no le daban importancia y que ahora están construyendo los suyos aunque sólo sea porque no quieren ser menos que nosotros”, bromea la hija mayor.

Venkateshnaik Banavathi, sin embargo, está preocupado. No termina de creer que el Gobierno vaya a reembolsarle las 15.000 rupias prometidas. “Hemos invertido 18.000 porque también hemos contratado un albañil y hemos elegido unos acabados mejores”, explica mientras continúa cubriendo el cemento con un revestimiento rojo que le da un toque de color y una textura más sedosa.
 
“No confiamos mucho en los políticos porque hay mucha corrupción y da la sensación de que el plan está lleno de burocracia. Claro que nos ha impulsado a construir el váter, porque hasta ahora no lo habíamos hecho debido a cuestiones económicas, pero tendré que recibir el dinero para creer que va en serio”, comenta desconfiado. “Independientemente del costo, yo lo agradezco.

Creo que es una necesidad en la India del siglo XXI”, tercia su hija de 17 años. Las quince familias que faltan por construir sus retretes en Pendlimanu son de la misma opinión y pronto comenzarán la obra.
 
"Creo los retretes son una necesidad en la India del siglo XXI"
Joven india de 17 años
 
“Construir retretes es relativamente sencillo. Solo hace falta dinero. Lo difícil es cambiar la mentalidad de la población. Por ejemplo, hace diez años ya construimos unas 4.000 letrinas en la región de Anantapur, pero descubrimos que algunas familias los estaban utilizando como trasteros o cocinas.

Influye también el hecho de que en muchos lugares se construyeron mal o no saben cómo mantenerlos, de forma que terminan convirtiéndose en un lugar hediondo que no invita precisamente a entrar.

Por eso, la planificación y la formación de la gente son vitales para que el plan tenga éxito”, analiza Karanam. Eso, y el acceso al agua, claro, porque en Pendlimanu los habitantes tienen que ir hasta el pozo que está a un kilómetro para llenar sus coloridos baldes y hacer así que los retretes funcionen correctamente.
 
“El plan también tendrá impacto en la red de canalización de aguas, y ya está logrando la consecución de otro de los objetivos que se ha planteado Modi, porque los solicitantes tienen que tener una cuenta bancaria, cuyo fomento ha planteado el primer ministro. Muchos han tenido que abrirla, y otros aprenderán a usarla”, apostilla Karanam.

A casi 2.000 kilómetros de allí, en el pueblo de Dehelud, ya no tienen ningún problema de este tipo. De hecho, hace ya seis años que su alcalde, Shyoji Ram, recibió el premio nacional Nirmal Gram Puraskar al pueblo más limpio por haber convertido a su localidad en la primera del desértico estado del Rajastán en la que todas las familias cuentan con un váter.

Eso ha permitido, por ejemplo, que los casos de diarrea hayan descendido un 40%. Ahora, toda India quiere reproducir su éxito. Ojalá Gandhi levantase la cabeza.

F U E N T E


Unos 590 millones de indios defecan al aire. Disponer de un váter en la casa supone un gran cambio, desde el punto de vista de la higiene hasta la igualdad de género. Así las están construyendo los vecinos del pueblo de Pendlimanu. Rangudunaik Sugali (al fondo) es uno de ellos. Mide con el obrero al que han contratado la letrina que están construyendo para que tenga las medidas correctas. De lo contrario no podrá acceder a la subvención del Gobierno.
 
Savithramma Sugali también colabora en la construcción de la letrina. Ella va a por los ladrillos y se los pasa al obrero y a su marido. El Plan Clean India requiere que sean los propios beneficiarios quienes construyan los váteres.
 
Venkatesh Banavathi extiende el recubrimiento rojo que dará color y un tacto más satinado al retrete que está terminando de construir con su mujer, Rukmini Banavathi. Han invertido 18.000 rupias.
 
Balamma Banvath y su marido, Rangayanukulu Banvath, posan con el retrete que acaban de terminar gracias al programa del Gobierno. Ella asegura que le alegra no tener que pasar vergüenza defecando al aire libre.
 
Una mujer y su hija frente a uno de las pinturas que en el pueblo de Pendlimanu se utilizan para educar a los habitantes sobre los hábitos más saludables. Como ir a un médico cuando alguien está enfermo, y no a un chamán.
 
Ya sólo quedan 15 familias sin un váter, y pronto no será ninguna. La escasez de agua y de infraestructuras ha hecho que la mayoría tenga que bañarse en la calle con cubos. Los niños lo disfrutan, pero sus padres no tanto.
 
El matrimonio Banvath posa frente a la casa de adobe que habita con sus hijos y con la abuela. Independientemente de su clase social, en Pendlimanu todos van a disponer de un váter en unas semanas.
 
El matrimonio Banavathi, a pesar de pertenecer a la clase media, no disponía de un retrete. La hija de 17 años ha sido quien más ha presionado para que lo construyeran.
 
Actualmente, sólo hay un punto en Pendlimanu en el que se puede conseguir agua. Se trata de este pozo a un kilómetro del centro del pueblo. La escasez es un problema para el buen funcionamiento de las letrinas.
 
A pesar de que el uso del váter supondrá la necesidad de acarrear con más agua desde el pozo, las mujeres están contentas de hacer el esfuerzo extra. Ya no estarán expuestas a abusos, humillación y la picadura de serpientes por defecar al aire libre.
 
 
Fotos: Zigor Aldam
 

 

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