Pequeño paciente en un hospital improvisado, en Siria. © Robin Meldrum / MSF
Dada la multiplicidad de Estados y actores no estatales implicados en el conflicto sirio, es imperativo que los gobiernos ruso y estadounidense trabajen con sus respectivos aliados políticos en el desarrollo de una estrategia que facilite la llegada masiva de ayuda humanitaria allí donde sea necesaria en Siria.
Hablando claro: el llamamiento para romper el bloqueo al que está sometida la ayuda humanitaria no debe ser interpretado como un llamamiento para desplegar asistencia militar.
Tal y como reconoce el derecho internacional humanitario, debe permitirse que tanto la ayuda como los trabajadores humanitarios circulen libremente para llegar a los más necesitados.
Los gobiernos de Rusia y EEUU deberían dedicar a la ayuda humanitaria para los millones de víctimas de la violencia en Siria la misma energía diplomática que han demostrado a la hora de lograr un acuerdo sobre las armas químicas.
Tras casi dos años y medio de conflicto, la guerra ha matado a más de 100.000 personas. Uno de cada cuatro sirios se han visto obligados a huir de sus hogares. Y 2,1 millones de personas han salido del país.
El sistema médico –como el resto de la sociedad siria- está atrapado bajo el fuego y ya no es capaz de responder a las necesidades médicas de la población siria, ni a las necesidades agudas ni a las crónicas. Los hospitales y el personal sanitario han sido blanco de ataques durante la guerra: de los 91 hospitales públicos del país, 55 (un 60%) han resultado dañados o completamente destruidos.
En muchas zonas, la gente no se atreve a cruzar las líneas de frente para recibir atención médica. Además, han sido asesinados, detenidos, torturados o amenazados numerosos trabajadores sanitarios: por ejemplo, desde el principio de la guerra, han muerto 22 voluntarios de la Media Luna Roja Siria (SARC).
El entorno se está volviendo más y más hostil para la ayuda médica independiente. Uno de los últimos ejemplos de ello es el ataque, a principios de septiembre, contra un hospital de campaña en Al Bab, en el norte de Siria: fue bombardeado por la fuerza aérea siria, muriendo 9 pacientes y 2 miembros del personal médico.
Los trabajadores humanitarios también están siendo atacados por algunos grupos de la oposición.
Antes del conflicto, Siria contaba con un sistema de salud eficaz, con conocimiento médico avanzado, y su propia industria farmacéutica. Hoy, estos recursos están prácticamente perdidos en ambos lados de las líneas de frente. Como resultado del colapso farmacéutico, o como consecuencia indirecta de las sanciones internacionales, los medicamentos esenciales escasean.
El bloqueo de facto de los suministros médicos para que no pasen las líneas de frente hacia las zonas controladas por la oposición se suma a las sanciones impuestas por el propio país en varias regiones.
Muchísimos médicos han huido del país; entre quienes se han quedado, hay pequeños grupos de especialistas, residentes y cirujanos con poca o ninguna experiencia en cirugía de guerra. Hay dentistas haciendo intervenciones de cirugía menor, farmacéuticos tratando pacientes, y jóvenes que trabajan como enfermeros de forma voluntaria.
Hoy, a los sirios no sólo les matan las balas, las bombas y los misiles: también mueren por enfermedades crónicas fácilmente tratables y prevenibles, como la diabetes y la hipertensión.
Las enfermedades infecciosas, antaño bajo control en Siria, como el sarampión o la leishmaniasis cutánea, han vuelto a ciertas partes del país. Para las mujeres embarazadas que sufren complicaciones, resulta prácticamente imposible conseguir atención obstétrica de emergencia.
La situación creada por el colapso del sistema de salud en zonas bajo control de la oposición se ha visto agravada por una inadecuada respuesta humanitaria que no ha sido capaz de cubrir el vacío creado.
Desde que comenzó el conflicto, las autoridades sirias han denegado a MSF la autorización para trabajar dentro del país. Debido a las inmensas necesidades humanitarias, MSF se ha visto forzada a lanzar operaciones de ayuda transfronterizas desde los países vecinos en las zonas controladas por la oposición.
En los seis hospitales y dos clínicas establecidos por MSF, los equipos de la organización realizan unas 10.000 consultas médicas y 430 intervenciones quirúrgicas al mes, lo cual demuestra las enormes necesidades en las zonas donde somos capaces de trabajar. Allí donde no podemos hacerlo directamente, MSF da apoyo a 28 hospitales y 56 clínicas: todas ellas informan de una desesperada escasez de suministros médicos esenciales debido a lo extremadamente difícil que resulta atravesar los ‘checkpoints’ y controles de carretera.
Los gobiernos ruso e iraní deben utilizar sus fuertes lazos con las autoridades sirias para garantizar que las agencias humanitarias pueden acceder tanto a las zonas bajo su control como, cruzando las líneas del frente, a las zonas bajo control de la oposición.
Las autoridades de Damasco también deben agilizar los requerimientos administrativos que en estos momentos obstaculizan la distribución de ayuda humanitaria, tales como el cierre de las rutas de suministro, las restricciones de movimiento de los trabajadores humanitarios y otras trabas burocráticas.
Además, el gobierno sirio debe respetar la imparcialidad y neutralidad de las estructuras médicas, y cesar los ataques contra estas últimas, el personal sanitario y los pacientes, así como facilitar la circulación de suministros y personal médico a través de las líneas del frente y de las fronteras.
A su vez, los principales valedores de los grupos de la oposición, como Estados Unidos, Turquía, Arabia Saudí y Qatar deben garantizar que aquellos facilitan y respetan la provisión de ayuda humanitaria a través de las líneas del frente.
Estos países deben asegurar que los grupos de la oposición a los que directa o indirectamente apoyan también se comprometen a no establecer más bases militares cerca de estructuras médicas, y que dejan de acosar, amenazar o atacar a personal médico y pacientes.
La responsabilidad de permitir y respetar la ayuda humanitaria en Siria recae sobre los hombros de todos los grupos armados, milicias y Estados implicados o con influencia en este conflicto. Los países vecinos deben mantener sus fronteras abiertas para permitir que la ayuda entre libremente en Siria y que los sirios que huyen del país buscando refugio puedan salir.
Deben emprenderse todos los esfuerzos diplomáticos necesarios para asegurar que las agencias de Naciones Unidas y las organizaciones humanitarias pueden proporcionar ayuda de emergencia a la población siria, sea desde Damasco sea desde los países vecinos.
Esta crisis sin precedentes requiere un esfuerzo diplomático concertado sin parangón para garantizar la ayuda humanitaria. Mes tras mes, miles de sirios mueren o son desplazados. Cualquier intento de respuesta a esta catastrófica guerra debe priorizar un acuerdo sobre la ayuda humanitaria. Las vidas de millones de sirios dependen de ello.
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