Aislados y desnutridos en el Afar rural, Etiopía
Cuando la abuela de Zahari Nur la llevó al centro ambulatorio en que los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) trabajan en favor de la comunidad –en Digdiga, uno de los 12 kebeles (división o zona administrativa provincial) cubiertos por MSF en su intervención alimentaria en Afar– todo el mundo pensaba que su fallecimiento era poco menos que cuestión de días. Eisa Waisatu abraza a su nieta, Zahari © Juan Carlos Tomasi / MSF “Había perdido toda esperanza respecto a mi nieta. Pensaba que moriría como otros tres habían muerto antes que ella,” declaraba Eisa Wasaitu, abuela de Zahari. Cuando llegó al puesto ambulatorio de MSF, la niña, de un año, sufría de desnutrición aguda grave y marasmo. Su madre también estaba enferma, y sufría de psicosis. No estaba en condiciones de cuidar ni a Zahari ni a su hermano mayor, lo que convertía a la abuela en su única tutora. Tras dos meses en el programa de MSF y la admisión en un centro de estabilización donde, además de ser tratada por